miércoles, 7 de mayo de 2008

¿Quién es el terrorista?

¿Estás cómodo y abrigado en tu casa? Hay gente que no. Hay niños que deben caminar kilómetros para llegar a su lugar de estudio si es que tienen la suerte de contar con uno. Hay millones de niños en el mundo que mueren por desnutrición o sida. Otros que si logran sobrevivir se ven obligados a pasar el resto de sus días haciendo trabajos inhumanos que cortan cualquier esperanza de vida digna, feliz y libre.

¿Te quejas de los tacos? Pues hay quienes deben salir de sus casas a horas en que tú recién llegas, hacer colas interminables y transportarse como ganado para cumplir con un trabajo y sueldos miserables, y aún así tienen una sonrisa para sus hijos cuando llegan tarde a sus casas si no es demasiado tarde para encontrarlos despiertos.

¿Tienes rabia porque no encuentras justo las zapatillas que querías usar hoy? Es tu día de suerte. Agradécele a Dios o a quien estimes conveniente el que seas tú quien las usa y no quien las hace.

Vivimos en un país mayoritariamente católico y nos jactamos de tener la verdad absoluta. Pues la verdad que yo veo son cientos de mujeres que gozan de una vida relativamente holgada, sin apuros económicos y sin tener que partirse las manos.

Por donde mire hay cientos de esposas que van a las iglesias todos los domingos, a darse con una piedra en el pecho y alabando la grandeza del Señor. Yo le diría a esas personas, que en vez de darse con una piedra en el pecho, se den con un martillo en los dientes. ¿Por qué lo pido? Porque estoy harta de ver gente que se cree mejor que otra por el simple hecho de tener plata. 

Es frustrante ver gente que pasa por el lado de otras personas con una mirada despectiva que podría dolerle a cualquiera más que mil palabras. Y sin les dedican una mirada a aquellos que no tienen lo mismo o que no nacieron en el mismo tipo de cuna, tal vez sea demasiado. Tal vez piensen que son poco dignos de ser vistos por ellas. 

¿Les digo qué señoras? La hipocresía también es castigada, tal vez no después de la muerte. Tal vez llegue el día en que su plata deje de darles privilegios, y se encuentren cara a cara con quienes han mirado mal, han despreciado o han insultado por ser un “roto ordinario”.
Tienen suerte de que la justicia en este país no sea ciega y se fije en el apellido de cada persona que juzga.

Mientras tanto, la iglesia pide ayuda para el prójimo y se deshace en llamados a colaborar. ¿Pero de qué estamos hablando? Piden, piden y piden ¿ y cuándo las toca dar? A caso esperan que la gente dé sus sobras para dárselas a otras personas y sentirse magnánimos por lo que hacen?

En lugar de gastar millones en giras papales, en llamados mundiales a acabar con el hambre, deberían ser ellos mismos, los sacerdotes, quienes se saquen sus lindas sotanas y salgan de sus abrigadas iglesias a ensuciarse manos y pies. A dar ellos mismos comida en las bocas de quienes no pueden. A manifestarse contra la guerra donde mismo muere la gente, y no desde un cómodo sofá en algún lugar probablemente remoto al sonido de las bombas.

No puedo entender, en verdad no puedo. Me desespera la hipocresía que domina al mundo entero, y me enferma que la gente se llene la boca de sabiduría y compasión cuando van por la calle y desvían la mirada de los necesitados, contaminan su propio entorno y dañan hasta a sus más cercanos.

El ser persona no lo hace ni la plata ni el lamentarse por desgracias ajenas que en el fondo no les importan porque no les ha pasado ni les pasará. La vida no está asegurada para nadie, y sin tan católicos nos creemos, no vayamos a la iglesia a ensuciar las enseñanzas de Dios con nuestras hipocresías.

El Señor dijo, lo que hacéis por el prójimo, lo hacéis por mí.