jueves, 26 de agosto de 2010

Comunicación Efectiva

El mundo que conocemos está formado por los significados que le damos. Nada en el mundo tendría sentido si no pudiésemos comunicarlo. Es el lenguaje lo que establece los parámetros para entender todo lo que nos rodea.
Según la visión generativa del lenguaje, éste es acción. La palabra tiene el poder de transformar. Cuando hablamos, actuamos, y al actuar intervenimos. Esta visión pretende explicar que construimos y transformamos la realidad en torno a cómo hablamos de ella.
El lenguaje nos constituye en la medida que somos nuestras conversaciones. La manera como conversamos con otros y con nosotros mismos determina quién y cómo somos. Es la base para formar relaciones y comunicaciones efectivas para el rol que sea que desempeñemos en nuestra vida.
Según los axiomas de la comunicación de Paul Watzlawick, es imposible no comunicar. Aunque no lo queramos, siempre emitimos algún mensaje, ya sea a través de nuestra postura, expresiones o por aquello que tenemos en nuestras mentes y no queremos decir.
La forma en que comprendemos el mundo está estrechamente ligada al aprendizaje. Hay elementos básicos que nos enseñan nuestros padres, como el que el lugar donde preparamos aquello de lo que nos alimentamos se llama cocina, o que lo que nos limpia es agua.
El lenguaje valida lo que aprendemos. Es la base fundamental de lo que conocemos, pero estos conocimientos toman distintos cursos en cada persona. La percepción que cada uno tiene del mundo se funda en gran parte en nuestras experiencias pasadas, pero también en nuestra biología. Los órganos sensoriales no funcionan con exactitud en cada persona, es por eso que no para todo el mundo el volumen de voz de su interlocutor puede tener niveles agradables o desagradables, por ejemplo, y muchas veces cosas como esas definen nuestra disposición hacia distintas cosas y personas que nos rodean.
Muchas veces no estamos conscientes de estas diferencias de la percepción de cada uno. “Uno dice lo que dice, y el otro escucha lo que escucha”. Esa es una brecha de la que no muchas personas piensan en hacerse cargo. Probablemente muchos problemas de la vida diaria podrían evitarse si consideráramos estos puntos a la hora de interactuar.
En la vida cotidiana quizás no sea un problema, pero sí a la hora de establecer relaciones profesionales, en las que es fundamental que el mensaje dado sea completamente comprendido, ya que es necesario para cumplir con las tareas a cumplir en pos de una meta. A eso se refiere el concepto de comunicación efectiva.
Una buena comunicación depende de cuánto estamos dispuestos a poner de nuestra parte para tener un entendimiento positivo. Requiere paciencia y dedicación el intentar acortar la brecha entre las personas en cuanto a las percepciones individuales.
Hoy en día, cuando los medios de comunicación han tenido una evolución gigante, es fundamental entender el alcance que pueden llegar a tener nuestras palabras, especialmente porque no vivimos aislados, sino que muchas veces dependeremos de otras personas para cumplir metas.
Estamos inmersos en una realidad individualista que nos aleja del otro y perdemos la capacidad de empatizar con las personas. La satisfacción personal es la principal meta en la vida de las personas, lo que puede hacer que olvidemos que muchas veces el aprendizaje colectivo es parte del personal.
Particularmente nunca me planteé la idea de la responsabilidad que se puede tener para con otros durante el proceso de aprendizaje hasta este momento. Muchas veces sin darme cuenta me vi a la cabeza de un equipo de trabajo, dirigiéndolos porque tenía más confianza en mi dando instrucciones que en los demás asumiendo responsabilidades.
Uso la palabra “equipo” porque así se le llama a los grupos de personas con un fin común, pero con una amistad de por medio. Creo que existe la posibilidad de que en esos momentos me haya considerado líder, pero por la responsabilidad que conlleva, el simple hecho de pronunciarlo en voz alta lo hace real, y temí que el fracaso, en caso de haberlo,  se atribuyera a mi poca capacidad, asique sólo actué, sin externalizar lo que aquello representaba. 
Afortunadamente cuando asumí aquel rol obtuvimos resultados satisfactorios, pero me quedó siempre la duda de cuales hubiesen sido los resultados si en lugar de sólo dirigir hubiese alentado a mis compañeros a plantear nuevas ideas. Los resultados hubiesen sido distintos, pero no sabré si mejores o peores.
Tiempo después, me vi en circunstancias opuestas. Dejé que otras personas asumieran la responsabilidad de liderar grupos de trabajo en los que participaba. Digo “grupos” porque ya no hubo una amistad de por medio, sino sólo una fin común.

Frente a esto mi nivel de compromiso se redujo, pero no podía dejar de notar que la forma en que nos guiaban no era la correcta. La forma de delegar responsabilidades o la manera de pedirlo me parecían equivocadas. No veía un apoyo positivo ni que intentaran incentivarnos.
Muchas veces tuve ganas de intervenir y tomar las riendas, porque sentía que había mucho potencial que explotar entre los miembros del grupo. Veía que quienes asumían el liderazgo lo hacían en el rol de aquellos líderes que delegan, pero en el contexto de un grupo de inmadurez, con necesidades de orientación, donde lo ideal era un líder que dirigiera y diera apoyo al grupo.
Ahora las oportunidades de empatizar se hacen más difíciles. Los miembros de grupos o equipos de trabajo se comunican a través de internet. Las posibilidades de lograr una comunicación más efectiva entre los miembros se dificulta. Es más difícil evaluar y deducir el comportamiento de los demás miembros, por lo tanto podemos estar frente a conflictos que mermen la productividad sin si quiera darnos cuenta.
El compromiso para lograr una meta es personal, y terminamos asumiendo que los demás quieren lograr lo mismo que nosotros, y nos equivocamos, porque las prioridades, y por lo tanto el nivel de compromiso con la tarea, pueden ser completamente opuestos.
Este nivel de compromiso es muy importante, especialmente cuando estamos hablando de tareas que no cesan, como podría ser en el caso de trabajar en alguna empresa, o para el mismo caso, un cargo permanente en lo que sea. Así como los descubrimientos y la información aumentan día a día, el deseo de perfeccionarse para lograr los mejores resultados debe ser paralelo.
Retomando la idea del comienzo, el lenguaje es fundamental a la hora de trabajar con más personas por un fin común. Internet y sus herramientas para comunicarse entorpecen la comunicación efectiva. Así como nos entrega millones de conocimientos nuevos a diario, nos aleja del conocimiento principal para lograr un aprendizaje efectivo. Nos aleja del entendimiento de la conducta de quienes nos rodean e influyen en nosotros, engrandeciendo la brecha de la comunicación efectiva. Sin eso, carecemos de las bases para comprender tantos hechos que nos rodean e inciden en nuestra propia conducta y entendimiento de nuestro medio. Nos impide identificar conflictos, y si éstos no se solucionan, frenos nuestro propio progreso.
Nos encontramos frente a un escenario de cambios globales. Al menos yo, me veo en la necesidad de entender lo que motiva tantas conductas y hechos, antes de buscarles una solución.
Pienso que antes de delegar tareas, hacer declaraciones o afirmaciones sobre algún hecho concreto, hay que tratar de conocer el contexto en el que me desenvuelvo. Tratar de “meterse en la mente” de mis compañeros en una forma de identificar los potenciales de cada uno. Así cada tarea cae en las manos de la persona mejor capacitada para lograr los mejores resultados posibles, y bueno, somos personas, en cualquier ámbito de nuestras vidas necesitamos saber que no estamos solos, y el apoyo es fundamental para generar motivación, y así, un compromiso sólido.
Esto no quiere decir que pretenda ser condescendiente con las personas. La sinceridad hacia compañeros es primordial, pero también hacia uno mismo. La crítica debe ser siempre constructiva. Trato de hacer entender a las personas que la mediocridad no es buena para nadie, y es un regalo casi divino el que tengamos la capacidad de constante superación.
Puede parecer un poco utópico, pero cuando nos damos el tiempo de conocer, y nunca dejar de hacerlo, fortalecemos las bases para adoptar retos cada vez mayores.