domingo, 21 de octubre de 2007

Caídas tiene cualquiera, momentos cursis...pocos

El tiempo es un elemento tan valioso, pero a veces puede ser un arma de doble filo. Cuando tenemos poco tiempo para aprovechar lo que tenemos y apreciamos el tiempo se nos hace mezquino, en cambio cuando nos sobra y hay algo que nos atormenta un solo segundo puede ser infinito. Hoy me martiriza el paso del tiempo, y más aún al no encontrar un escape a todos los momentos desperdiciados.

Qué más feliz sería yo si pudiera evadir el tiempo y no sentir cada segundo que pasa martillando mi conciencia. A veces quisiera ser otra persona, estar en los zapatos de otro para no sentir lo cruel que puede ser el tiempo conjugado con las agonías diarias de cada uno. Agonías claro, creadas por uno mismo.

Hoy, como tantos otros días, tengo tanto que decir, y ninguna palabra que lo refleje. Hay tantas cosas que quiero, y tanto más que no, y mucho más hay de lo que no tengo control y que quisiera sanar. Todo se mezcla al momento de las conclusiones. Más de un año va desde que lucho con mi conciencia, y más tiempo me parece que ha pasado del que realmente es.

Mi vida no ha sido la misma desde un hito en mi memoria, el cual reservo para mí, pero a quienes sus vidas les han sido marcadas por un hecho importante como el mío, sabrán entenderme un poco. Desde entonces no he sido la misma. Desde entonces el tiempo me parece confuso…desde entonces, perdí todo y comencé de nuevo, sin un claro resultado.

No sé por dónde empezar. Es como si viviera exigiendo cosas que no me corresponden, es como si no fuera capaz de aceptar lo que me tocó vivir porque sé que no es para mí. Debe haber un error en alguna parte porque nada de esto tiene sentido, y parece nunca haberlo tenido.

Entre la infinidad de cosas que este año ha producido en mí, no soy capaz de rescatar nada bueno. ¿A dónde se fue? ¿qué pasó con la sensatez? Probablemente se perdió junto con la dignidad y el amor propio. Soy esclava de mis opciones y mártir de mis decisiones.

Hace un año era una persona normal. Quería en la medida que mi corazón se sentía cómodo con ello. Perdonaba porque sabía que algún día me tendrían que perdonar a mí. No se qué me hicieron, o que me he hecho a mí misma, pero sé que hoy no quiero ni perdono. Sé que a lo que soy esclava no me deja cabida para ninguna otra sensación.

Momentos como éste hacen odiar tener corazón. Hacen lamentar cada paso y cada palabra que fabricamos a lo largo de la vida que sentimos desperdiciada, pero cuando nos sacamos la espina que nos hace mirar hacia atrás y arrepentirnos, no nos queda más que la evidencia de que, querámoslo o no, hemos amado algo, hemos vivido. Nos queda a simple vista la fuente de nuestros males, el objeto deseado. Y cuando dejamos a un lado nuestra propia persona, recordamos todo aquello que nos hizo vibrar. Todo aquello a lo que dedicamos nuestras horas de desvelo y nuestra energía. Y volvemos al círculo vicioso. Volvemos a la relación de amor y odio que nos ha mantenido de pie, ya sea luchando o bailando de alegría.

Hoy no tengo otra cosa en mi mente que no seas tú. Hoy no puedo pensar ni querer a nadie que no seas tú. Hoy quiero no odiarte y no arrepentirme. Hoy quisiera cambiar lo incambiable. Hoy he pasado hora tras hora esperándote, recordándote, e imaginándome todo aquello por lo que no estás conmigo.

viernes, 12 de octubre de 2007

El cangrejo


Hay veces en la vida que se nos quedan grabados en la mente para siempre. También hay palabras que se nos quedan dando vueltas en el inconsciente. Me ocurrió así un verano hace muchos años. Alguien una vez me dijo “sentarse a pensar en la inmortalidad del cangrejo”. 


Hasta el día de hoy no logro entender el significado de esa frase. He preguntado a mucha gente si conoce o ha escuchado aquello alguna vez. Todas las respuestas han sido negativas. Tal vez lo importante que se quedó grabado en mi no fue la frase, sino quién lo dijo, o el momento de mi vida en que lo escuché.

Porque aún me dan vuelta esas palabras, no lo sé, pero estoy segura de que lo seguirán haciendo hasta que le encuentre significado. Es muy molesta esta sensación. Es como una piedra en el zapato. La curiosidad, ahora que me veo obligada a pensar en el tema, me está matando. 

Dicen que la curiosidad mató al gato, y tal vez me pueda llevar una gran decepción cuando logre averiguar qué significado tiene, aunque sea para esa sola persona. Pero como estamos hablando de cangrejos, y yo estoy en la posición del gato curioso, la curiosidad no me puede matar. Los gatos son aficionados a los productos marinos, y no existe el crustáceo que pueda vencer a un felino. Horas y horas de silencio observando a mi gata creo que me han servido para conocer algo del comportamiento felino.

Es extraño ponerse a analizar este tema en estos momentos de la vida. Yo creo haberle dado un sentido propio a falta de explicaciones. Para mí verdaderamente su significado no puede ser más que una estupidez, pero no puedo sacarlo de mi mente. Me resulta inevitable pensar en eso cuando me mencionan la palabra “cangrejo”.


Para mí terminó convirtiéndose en una simple divagación, pensar en cosas que no tienen ni pies ni cabeza y que nunca llegan a una conclusión. Este gato curioso gasta sus horas de vida pensando en la inmortalidad del cangrejo, y al cangrejo más le vale serlo, pues cuando este gato lo encuentre llegará a su final.

viernes, 5 de octubre de 2007

¿Porqué saludarse?

El ser humano es un animal de costumbres. A través de su historia el hombre ha ido cambiando su conducta a medida que va comprendiéndose a sí mismo y a su entorno.
La forma de verse a sí mismo también ha sido un reflejo de la adquisición de conocimientos. Antiguamente, el hombre clásico contaba con mucho tiempo libre, y eran de un gran status aquellos que se dedicaban a la filosofía, no como ahora en el mundo moderno. Gracias a ese supuesto tiempo libre, los griegos fundaron las bases de la cultura latina, la cual nunca ha perdido consistencia, manifestándose de diferentes formas.
Hemos heredado de los antiguos cosas como la noción de democracia y las ciencias de la política, además del lenguaje.
Los griegos comenzaron a hacerse muchas interrogantes sobre el mundo que los rodeaba, preguntas a las que la religión no era capás de responder y llenar sus expectativas. Sin observación no puede haber aprendizaje. Pero las costumbres que desarrollamos casi inconscientemente vienen desde mucho más atrás. Vienen de cuando el hombre comenzó a vivir en comunidad para sobrevivir.
Ahora el saludo corresponde a un patrón de comportamiento debido para cualquiera que viva en sociedad, casi como un código moral. Tal vez los antiguos griegos tenían otra forma de saludarse, de hecho, el saludo cambia en otras partes del mundo, pero lo importante es que el hombre ha ido adquiriendo conocimiento y ha creado códigos de conducta que ahora llevamos a cabo de una forma innata.
Saludamos porque sentimos aprecio, porque es de buena educación o simplemente porque no recordamos cuando comenzamos a hacerlo pero sabemos que debemos. Es difícil imaginar una conducta diferente a la que adquirimos. Si no existiera el saludo, ¿habría algo en su lugar? El saludo es el primer paso para entablar un laso de comunicación, y tal vez sin ese primer paso, viviríamos todos juntos pero aislados unos de otros. Es posible que el hecho de que exista el lenguaje
haga obligado el saludo.